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  Un Nuevo Paradigma para la Educación 21-11-2024 09:51 (UTC)
   
 

 

Un nuevo paradigma para la educación  [1]
 
Miguel Martínez Miguélez
       McLuhan dice: “No sé quién descubrió el agua por primera vez, pero estoy seguro de que no fueron los peces.” En efecto, las personas insertas en un proceso se vuelven incapaces de percibirlo. Esto le sucede a los animales, pero también a los seres humanos. Nosotros no advertimos el crecimiento diario de nuestros hijos o de las plantas ornamentales de nuestro jardín.
       Esta condición de la vida humana nos marca un imperativo: debemos salirnos, por así decir, de la vida humana cotidiana para poder captar sus cambios y contrastes, imperceptibles pero continuos y, quizá, fundamentales.
       Esto es lo que está sucediendo con la educación: hay que verla en su decurso histórico para poder ver su evolución y desarrollo. Cicerón, por ejemplo, en pleno imperio romano, nos dice que “conocemos tanto cuanto somos capaces de almacenar en la memoria”. En una época en que poseer un libro –que era una copia de un pergamino o un papiro– era poseer un tesoro, esto era totalmente comprensible. Y así siguió sucediendo hasta hace muy poco tiempo. Por esto, la “educación bancaria” de la que nos habla Paulo Freire (1974) –en la que el educador era el que tenía la cabeza llena y el alumno el que la tenía vacía, y la educación consistía en el trasvase de esos saberes­– era comprensible en el pasado; hoy, en cambio, esto es considerado como algo totalmente errado e injustificable bajo todos los puntos de vista.
       Ya en la antigüedad, geniales pedagogos como el griego Plutarco y el hispano-romano Séneca nos dijeron que “el niño no es un vaso que hay que llenar, sino una antorcha que hay que encender”. Y aun antes, Platón, en el diálogo Menón, usa magistralmente la mayéutica socrática para desarrollar la inteligencia del aprendiz; es decir, parte de la idea de que lo que éste va a aprender ya lo tiene implícitamente en su cerebro. Así, estos insignes hombres se adelantaron mucho a su tiempo y captaron lo que hoy constituye la esencia de un cambio de paradigma en la educación.
       John Dewey nos puntualiza que “la memoria es la gran simuladora de la inteligencia”. En efecto, la simple memorización produce un embotamiento de la inteligencia; y muchos educadores se autoengañan cuando oyen a sus alumnos repetir al pie de la letra muchas ideas tal como están en los textos o como ellos las expusieron, y creen que éstos las entendieron. La inteligencia es una función que sólo se activa frente a una situación-problema; por ello, el mejor profesor no es el que da buenas respuestas, sino aquel que sabe hacer buenas preguntas, preguntas que ponen a los alumnos a pensar, a discurrir y a buscar soluciones a los problemas que la vida nos plantea siempre en nuevas situaciones y con nuevas variables.
       Una de las prácticas que están más fuera de sentido –salvo en situaciones y áreas muy específicas– son los “entrenamientos mentales”. El know how puede convertirse en una capitis diminutio: es decir, que cuanto más aprendemos a hacer una cosa de una determinada manera, más incapaces nos volvemos para hacerla de otra forma. No hay modo de descubrir las necesidades futuras, sino a muy corto plazo, ya que la complejidad de la vida actual crea muchas situaciones incontrolables e impredecibles, llenas de incertidumbre y de azar. Esto cuestiona los currículos y programas fijos; por ello, los entrenamientos a largo plazo son inadecuados, ya que cautivan el futuro; más bien, se hace necesaria una actualización continua. En sentido estricto, los entrenamientos son propios de los animales por ser incapaces de ver las razones de las cosas: el almirante Rickover, quien diseñó y dirigió el primer submarino atómico, el Nautilus, decía que un mono adiestrado podía manejarlo. En consecuencia, conviene señalar que muchas instituciones escolares están preparando a sus estudiantes para un mundo que ya no existe, un mundo que ya se fue.
       Sin embargo, actualmente tenemos aquí un conflicto muy serio. El desarrollo tecnológico y los intereses de los centros de poder industrial y económico crean un mercado laboral que desearía e intenta convertir la educación en un instrumento a su servicio, ponerla bajo uno de sus sectores más estratégicos: es decir, ubicarla entre los bienes de consumo y las reglas del mercado. Esta situación obliga a todos los educadores conscientes de su misión a buscar un equilibrio: preparar a sus alumnos para poder insertarse en el mundo laboral que les espera, pero también, y sobre todo, prepararlos para no venderse al mejor postor, sino para que puedan desarrollar sus valores, sus actitudes e ideales personales, y puedan también soñar con una vida futura a la altura de sus posibilidades de ser, objetivos que constituyen la meta de toda genuina educación.
       Hoy día, ya no hay necesidad de poner en el cerebro, ocupando lugar, nada que pueda estar en una estantería, disco duro o disco compacto. Tenemos una biblioteca universal a nuestra disposición y está compuesta por todas las fuentes de información disponibles: bibliotecas, Internet, TV, radio, cine, libros, congresos y publicidad, entre otros. Y el mundo entero se ha convertido en lo que McLuhan llama el “aula sin muros”, es decir, la oficina, la fábrica, la empresa, la agencia, la hacienda, etcétera. La información está ahí, el ambiente está lleno de ella; lo que hay que hacer es aprender a jugar con sus elementos, desarrollando la creatividad y la originalidad. Sin embargo, lo que hacen muchos profesores es generar ambientes ricos en estímulos informativos, pero pobres en experiencias creadoras; estos ambientes sólo producen personas “incultas por exceso de información”, información, por supuesto, no digerida.
      La educación moderna debe hacer un cambio de paradigma, es decir, un cambio de la idea central que la define. El nuevo profesorserá un animador, un experto en la mayéutica, que buscará situaciones problemáticas de la vida y las propondrá a sus alumnos, situaciones que tengan en cuenta todas las dimensiones del ser humano: inteligencia, sensibilidad y cuerpo, ya que la neurociencia actual nos demuestra que existe una relación estrecha entre la inteligencia y la afectividad; esto le permitirá llevar a sus alumnos a lo que pueden llegar a ser. Los nuevos alumnosbuscarán las soluciones trabajando con la información que está por todas partes en su ambiente. La creatividad deberá presentarse como un proceso lúdico colectivo, al estilo de los diálogos de Platón, o los jardines de infancia de Fröbel y Montessori. El mismo Einstein dijo que "el arte más importante de un maestro es saber despertar en sus alumnos la alegría de conocer y crear".
       Un aspecto de gran importancia de la Nueva Educación, lo constituye el fomento de la cooperación, el trabajo en equipo y la dinámica de grupo; no se trata de fomentar la competitividad y la rivalidad, que tantos sentimientos negativos generan. Esto lo exige la poliédrica complejidad de las realidades actuales, donde todos los puntos de vista pueden ser valiosos. Por ello, el fomento de la cooperación es algo exigido para que los procesos creadores tengan éxito. Frecuentemente, se insinúa y aconseja ser tolerantes con las ideas de los demás; no sólo debemos tolerar los puntos de vista de los otros –eso es lo mínimo que podemos hacer–, sino implorar que nos los ofrezcan para enriquecer el nuestro, usando el famoso “principio de complementariedad” de los enfoques, tan importante hoy día en la teoría del conocimiento.
       En esen­cia, este prin­cipio su­braya la incapaci­dad humana de agotar la reali­dad con una sola perspectiva, pun­to de vista, enfoque, óp­tica o abordaje, es decir, con un solo intento de cap­tarla. La descrip­ción más rica de cualquier entidad, sea física o humana, se lo­graría al inte­grar en un todo cohe­rente y ló­gico los aportes de diferentes perspectivas perso­nales, filoso­fías, méto­dos y disciplinas.
            La verdadera lección del principio de complementarie­dad, la que puede ser traducida a muchos campos del conoci­miento y de la educación, es sin duda esta riqueza de lo real complejo, que desborda toda lengua, toda es­tructura lógica o formal, toda clarifica­ción concep­tual o ideológica; cada uno de noso­tros puede expresar solamente, en su juego intelec­tual y lingüístico, una parte, un aspecto de esa realidad, ya que no posee la totalidad de sus elementos ni, mucho menos, la totalidad de la red de relaciones entre ellos.
            Ya Aristóteles había dicho en su tiempo que “el ser nunca se da a sí mismo como tal, y, menos, en su plenitud, sino sólo por medio de diferentes aspectos o categorías” (Metaf., lib iv, v), es decir, aspectos que nos presenta la realidad y categorías de que dispone el observador, los cuales siempre son limitados. Por esto, necesitamos una racionalidad más respetuosa de los diversos aspectos del pensamiento, una racionalidad múltiple. El mismo Descartes nos dice, en el Discurso del Método, que “la razón es la cosa mejor distribuida que existe”, y Montaigne afirma que “la cualidad más universal es la diversidad”.
            Es necesario, por lo tanto, que la Nueva Educación enfatice que resulta imposi­ble que se pueda demostrar la prioridad o exclusivi­dad de una deter­minada disciplina, teoría, modelo o método, o cualquier otro instrumento concep­tual que se quiera usar, para la interpretación de una realidad específi­ca. Cada uno de nosotros ha nacido y crecido en un con­texto y en unas coorde­nadas socio-históricas que impli­can unos valo­res, creencias, ideales, fines, propósi­tos, necesi­da­des, intereses, temores, etc., y ha tenido una educa­ción y una forma­ción con experiencias muy particulares y persona­les. La Nueva Educación no sólo debe respetar esta diversidad de valores, sino que debe inculcar en los alumnos que ésta es la mayor riqueza que posee el género humano. Por esto, sólo con el diálogo y con el inter­cam­bio con otros seres humanos podemos lograr enri­quecer y comple­mentar nuestra percep­ción de la reali­dad.
      Todo lo dicho hasta aquí podríamos centrarlo en el concepto de una “Educación Humanista como Forma del Desarrollo Humano”. La Educación Humanista es aquella en la cual todas las facetas del proceso de desarrollo humano dan un énfasis especial a las siguien­tes realidades: unicidad de cada ser humano, tendencia natural hacia su autorrealización, libertad y autodeterminación, integración de los aspec­tos cognoscitivos con el área afectiva, conciencia y apertura solidaria con los demás seres humanos, capacidad de originalidad y creatividad, y jerarquía de valores y dignidad personales. Éstas deberán constituir las metas hacia cuyo logro se orientarán las acciones de los “educadores” en el “aula planetaria” en que vivimos. En esta aula abierta y universal son “educadores”, para bien o para mal, todas las personas que ocupan cargos o posiciones públicas o que tienen una vida o comportamiento que está a la luz de sus conciudadanos. Como dice un sabio adagio pedagógico, “las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”. ¿Cuáles son las características fundamentales de esta Educación Humanista?
       1. Fidelidad a "lo humano" y a "todo lo humano". Éste es el lema y distintivo, lo que mejor identifica y sintetiza la orientación humanista. Esta orientación trata de promover todo lo que el ser humano lleva en su naturaleza como potencialidad, es decir, como posibilidad de ser. Pide y exige respeto por lo que es específicamente humano y, en el desarrollo, educación y promoción humanos, se inspira en lo que es peculiar de cada etapa y cada persona y fija como meta el ser adulto autorrealizado.
       2. Desarrollo "personal". Cada persona está constituida por una realidad genética y constitu­cional muy peculiar y única. Los elementos químicos, biológicos, endo­crinológicos, constitucionales y temperamentales se entrelazan en cada ser humano en una forma personal e irrepetible. Éste es un hecho que la educación como la medicina, la psicoterapia, la jurisprudencia y la ética no pueden desconocer. De él se derivan muchas consecuencias re­volucionarias. El planificador curricular lo tendrá en cuenta en la medi­da en que asigne a la orientación y práctica educativas las tareas de ayu­dar a cada estudiante a "descubrir su propia identidad", su "real yo", a tomar conciencia de sí mismo y comprenderse a fondo, a conocer la unicidad de su persona, a saber cómo se diferencia de los demás y en qué forma su historia, capacidades, potencialidades y deseos le pueden fijar una meta y trazar una vía de desarrollo estrictamente individual y personal, pero en armonía y convivencia con sus semejantes.
       3. Importancia del área afectiva.Frecuentemente se ha definido al hombre como un ''animal racio­nal"; esta definición nos ha sido transmitida por la cultura helénica y tiene como fuente la filosofía de Aristóteles. Se considera su inteligencia, su razón y su lógica como la nota dis­tintiva. Si el hombre tiene un comportamiento diferente, es decir, no guiado por esa "parte lógica y racional", se dice que el hombre procede en forma irracional, e, incluso, en forma antirracional. Pero el ser humano puede también seguir un tercer procedimiento que no es racional ni irracional, sino simplemente arracional, es decir, prescinde o no sigue "la razón", la cual –bien analizada– puede ser un simple hábito, una costumbre o una mera rutina. Hoy día hay fuertes teorías que consideran el sistema cognitivo y el afectivo como un solo sistema, la estructura emocional-cognitiva. De esta manera, los estados afec­tivos adquieren una impor­tancia extraordinaria, ya que pue­den inhibir, distor­sionar, excitar o regular los procesos cognoscitivos, conclusión ésta que deberá cam­biar muchas prácti­cas antiedu­cati­vas, que no se preocupan de crear el clima o at­mósfera afecti­vos nece­sarios para facili­tar los procesos de a­pren­dizaje y el fomento y desarrollo de la creatividad.
       4. Tendencia "natural" hacia la autorrealización.El ser humano muestra una capacidad, y también un deseo, de desarro­llar sus potencialidades. Esto parece como si fuera debido a una motiva­ción suprema: una necesidad o motivo fundamental que orienta, da energía e integra todo el organismo humano. Este impulso lo lleva a organizar su experiencia y, si no encuentra factores perturbadores graves que le dificulten el proceso, esta organiza­ción se orientará en el sentido de la madurez y del funcionamiento ade­cuado, es decir, en el sentido de la conducta racional y social, subjeti­vamente satisfactoria y objetivamente eficaz. Esta realidad cambia esencialmente el rol de los “educadores del aula universal”.
       5. Conducta creadora.Es plenamente natural al ser humano el comportarse en forma crea­dora. Aún más, ésta es la nota más distintiva y específica que lo contradistingue del animal. La actividad creadora no es algo reservado a perso­nas ricamente dotadas o excepcionales: todo ser humano normal puede desempeñarse creativamente en mayor o menor grado. Torrance (1971) puntualiza que el pensamiento creativo consiste en el pro­ceso de percibir elementos que no encajan o que faltan, de formular ideas o hipótesis sobre esto, de probar estas hipótesis y de comunicar los resultados, tal vez modificando y volviendo a probar la hipótesis. El Premio Nobel de medicina Szent-Györg­yi dice que “el pensa­miento creador consiste en ver lo que todo el mundo ve y pensar lo que nadie piensa”. De esta manera, la realización creativa tendría un carácter novedoso y original, podría ser más o menos extraordinaria y, de alguna manera, enriquecería con su aporte a la sociedad y a la cultura.
       Pero muchas prácticas educativas se empeñan en deshumanizar al estudiante reduciendo su actividad de aprendizaje a una obtusa repetición y tediosa rutina. Así, en lugar de fomentar el autoaprendizaje, la imaginación creadora, la originalidad, la novedad de significados e interpretaciones, se dedican a inhibir lo más preciado y prometedor que trae el joven, inculcando há­bitos de conformismo y comportamiento automático.
El niño, y en general el estudiante en el aula corriente, aprenden muy pronto que lo que tienen que hacer es agradar al maestro o profe­sor, que el pensamiento y conducta originales o creadores –no conven­cionales– son sancionados de una u otra forma, mientras que la repeti­ción y memorización de respuestas son premiadas, y, por esto, se concen­tran y dedican a adivinar qué es lo que el profesor quiere que hagan, más que a comprender los problemas.
Conviene destacar que los procesos creativos, como el pensamiento original y productivo, no son acciones ais­ladas en las personas, sino que impregnan toda la personalidad; es decir, no son algo que se toma o se deja, que se entrena o se adquiere en un momento, como en un "taller de creatividad", en una "semana de la creatividad" y cosas por el estilo. La verdadera creatividad es favorecida y propiciada por un clima permanen­te de libertad mental, una atmósfera general, integral y global que estimula, promueve y valora el pensamiento divergente y autónomo, la discrepancia razonada, la oposición lógica, la crítica fundada. Como podremos constatar, todo esto es algo que se pro­clama mucho de palabra, pero que se sanciona severamente de hecho en todos los niveles de nuestras estructuras "educativas". Siempre es peligroso defender una opinión divergente. Los representantes del status toman sus precauciones contra esos "fastidiosos perturbadores del orden". Debido a ello, no resulta nada fácil forjarse una opinión propia. Esto exige esfuerzo y valentía.
       La Educación Humanista, entendida y practicada con esta riqueza de la dotación  del ser humano, será capaz de formar las generaciones del futuro, mejor equipadas en sus cabezas y más honestamente sensibilizadas en sus corazones.


Referencias y Bibliografía
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Frondizi, R. (1971). La universidad en un mundo de tensiones: Misión de las universidades en América Latina. Buenos Aires: Paidós.
Freire, P. (1974). Pedagogía del oprimido (13ª ed.). México: Siglo XXI.
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Kuhn, T. S. (1978). La estructura de las revoluciones científicas. México: FCE.
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_____ Ciencia y arte en la metodología cualitativa. México: Trillas (en prensa).
Morin, E. (2000). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Caracas: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela.
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Popper, K., Eccles, J. (1980). El yo y su cerebro. Barcelona: Labor.
Prigogine, I. (1994). ¿El fin de la ciencia? En Fried Schnitman, D. (dir.) Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Buenos Aires: Paidós.
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Wilber, K. et al. (1987). El paradigma holográfico: una exploración en las fronteras de la ciencia. Barcelona: Kairós.
 

[1]Parte de la conferencia presentada en el Congreso Internacional sobre el “Nuevo Paradigma de la  Ciencia de la Educación: la Posibilidad de Ser”. Mexicali (México): 12-15 Nov. 2002.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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